martes, 31 de marzo de 2009

Alfonsín, Kirchner y los derechos humanos



La hipocresía es algo tan común en la política argentina como las empanadas de vigilia de un viernes santo. Kirchner hace tres años defenestró a Alfonsín, acusándolo de haber hecho "una pésima administración", de haber dejado el poder por anticipado, de haber fundido al país y de ser parte de la vieja política. Hoy, en cambio, le rindió homenaje diciendo que fue "un verdadero ejemplo para los militantes y los jóvenes", que "consolidó la democracia", esto y aquello.
Del archivo no se salva nadie, y menos Kirchner, un dirigente inventado por Duhalde que gusta de destrozar adversarios, a quienes considera enemigos, más allá de que sean superiores a él. Alfonsín lo era. Hace unos minutos falleció.
La declaración de Kirchner de hoy me hizo venir a la mente un recuerdo de cinco años atrás, cuando Néstor Kirchner convirtió a la ESMA en el Museo de la Memoria y pidió perdón de parte del Estado nacional “por la vergüenza de haber callado durante 20 años de democracia por tantas atrocidades”. Parece que al dirigente santacruceño enriquecido durante la dictadura -al calor de la ejecución de hipotecas, compró 21 propiedades entre 1977 y 1982-, en aquella oportunidad omitió la obra de Alfonsín en materia derechos humanos. Una obra que, con sus aciertos y sus graves errores, la llevó adelante en medio de un contexto histórico y político muy complicado y por demás diferente al que vivimos hoy. Y por esa obra democrática Alfonsín fue reconocido como un hombre de Estado pionero a nivel mundial.
El viejo Alfonsín tenía un fusil metido en el culo y otro en la nuca cuando sacó las leyes del perdón, pese a que algunos hablan de que pactó con los milicos y de que Nosiglia esto y que Nosiglia aquello. En cambio, cuando Kirchner ordenó juzgar a todos los represores y luego promovió la creación del 24 de marzo como feriado nacional y Día Nacional de la Memoria -tirando abajo la teoría de los dos demonios-, la situación del país era otra, pues las Fuerzas Armadas estaban debilitadas políticamente, tal como hoy. Hablar y criticar ahora parece no tan difícil como en la virulenta época de los años ochentas, plena de amenazas, enormes huelgas sindicales generales y presiones de corporaciones económicas, repetidas sublevaciones y alzamientos militares, ataques de grupos armados irregulares y atentados contra el mismo presidente.
Yo entiendo que Alfonsín, cuando presidente, tenía el apoyo popular y el capital político suficientes para mandar a la cárcel a todos los genocidas, pero bueno, habrá que ver cómo era estar en la piel de él para saber por qué acabó haciendo lo que hizo, sobre todo el haber permitido impunidad y dejado en pie la mencionada teoría de los dos demonios. Peor fue lo hecho por Menem. La presión que recibió Alfonsín debe haber sido grande, y a eso Kirchner -quien durante sus cuatro años en la Intendencia de Río Gallegos más sus doce años de gobierno en la provincia de Santa Cruz, nunca recibió ni apoyó a familiares de desaparecidos ni a dirigentes de derechos humanos, ni tampoco participó de un acto de conmemoración del 24 de marzo de 1976 hasta que asumió la Presidencia- debería tenerlo en cuenta para no caer en politiquería, chicanas y demagogia de la más barata.


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