jueves, 10 de julio de 2008
El Restaurador
El valor de la conducta de un prócer y su aporte a la grandeza de una nación, estimo, no se debe medir por la cantidad de escuelas y calles que lleven su nombre, mas yo mismo cuando he escrito sobre Juan Manuel de Rosas en mi espacio titulado Un prócer en tres líneas remarqué la curiosidad que me causaba el hecho de que tan grande figura de nuestra historia, defensora acérrima del honor y la soberanía nacional, no figurase en la nomenclatura de barrios, plazas, arterias o edificios públicos de mi ciudad y de otras localidades de este país, el cual, si no fuera por la obra política del personaje en cuestión, sería una provincia del Brasil (¿la Transplatina?) o una colonia inglesa, aunque esto último fue y aún es preferido por muchos compatriotas quienes, además, hoy reniegan de que el bravo caudillo federal ponga su firma a algún lugar público, actitud miope y mezquina que molestaría sobremanera hasta al más fanático -pero honesto e inteligente- liberal Juan Bautista Alberdi, quien llegó a afirmar "prefiero los tiranos de mi país a los libertadores extranjeros" y a colación me alegro pues por esta noticia hoy publicada en Clarín, que aunque parezca algo superificial es un acto de homenaje que, si bien se remonta a tiempos lejanos en la historia, tiene interesantes connotaciones que remueven el avispero político actual cuyo eje es el conflicto económico soja-Gobierno, pero que a su vez se cuela también en la ardua y profunda disputa simbólica, social y política que hoy mantenemos los argentinos en torno a qué modelo de país queremos...
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