martes, 3 de junio de 2008

La Colmena

Había una vez en un Panal una coqueta Abeja Reina que había sido elegida por la mayoría de las abejitas para mandar en la Colmena.
La Colmena estaba poblada por muchas abejas obreras quienes, por lo general, se dedicaban a todas las actividades laborales como transporte de miel y néctar, construcción y mantenimiento del Panal, además de la fundamental tarea de producción de la miel.
La mayoría de las obreras eran muy flacas aunque también había algunas bien Regordetas. Estas últimas eran quienes producían la mayor cantidad de miel del Panal, y el excedente de ésta era vendido al resto de la Naturaleza Exterior a cambio de néctar y polen, con lo cual las Obreras Regordetas y la Abeja Reina se enriquecían a la par.
También en el Reino estaban los machos o Zánganos, que vivían en celdas mucho más grandes que las de las obreras y se rascaban las bolas todo el día. Ellos, aunque no laburaban, estaban a cargo de la dirección de las organizaciones de abejas obreras, o sea los Sindicatos de la Colmena. Además los Zánganos, sabiendo agrupar a obreras flacas sin trabajo ni oficio alguno, habían organizado Grupos de Abejones de Choque para evitar que tanto las obreras trabajadoras como las obreras que buscaban laburo se sublevaran y pidieran por una mayor redistribución del vital y dulce elemento. Entre todos los Zánganos se destacaba el macho de la Abeja Reina, llamado el Abejón Mayor, quien manejaba una buena cantidad de miel y néctar que los repartía a los Zánganos menores para que éstos a su vez los redistribuyeran a las obreras flacas usadas en grupos de choque. De esta manera, el Abejón Mayor dirigía todo el funcionamiento de la Colmena desde una celda gigante ubicada en el Puerto Mielero.
Cierto día, este Abejón mandó a la Abeja Reina a quedarse con la mitad de la producción de miel de las Abejas Obreras Regordetas, quienes contestaron con un rotundo aguijonazo en el culo de su monarca. El Abejón Mayor, asustado por el ataque a su Reina, decidió insistir con su medida y convocó a los Zánganos y sus Sindicatos de abejas y demás Escuadrones de Abejones de Choque para frenar a las opulentas Regordetas, quienes decidieron parar la producción y dejar sin néctar y sin miel a todo el Reino y así la gran masa de la población del Panal empezó a cagarse de hambre. Las obreras, en su mayoría flacas y desposeídas, no sabían si salir a defender a su Reina o a las egoístas Regordetas. Lo cierto es que las pobres obreras no tenían cómo conseguir néctar ni cómo producir miel, y a algunas de las más carentes ya no les alcanzaba con la ayuda de la Abeja Reina para alimentar a sus familias hacinadas en pequeñas celdas.
A la postre, las muy necias abejas Regordetas siguieron presionando y aguijoneando para que la Reina no pretendiera volar tan alto y que sus Zánganos no se quedaran con la mitad de la producción. Pero como la Reina no claudicó en su afán de chuparse una mayor porción de la miel para -según ella- poder repartirla al resto de la población del Panal, la mayoría de las obreras pobres y enflaquecidas tuvieron que matarse y devorarse entre ellas para conseguir un poco de miel para sus larvas, o un grano de polen o un mísero chorrito de néctar para comer. Otras, en cambio, emigraron a pleno vuelo hacia otras Colmenas donde poder vivir.
Así, ante la progresiva desaparición de la gran masa de abejas obreras, en la Colmena no quedó mano de obra para trabajar y construir, las obesas abejas Regordetas empezaron a quedarse sin producción y sin miel en sus grandes extensiones de celdas, y la Reina y los Zánganos no tuvieron de dónde sacar miel, jalea ni néctar para mantener su buena vida y sus privilegios. Finalmente, como todas las abejas se fueron empobreciendo y debilitando, se dio la ocasión para que un grupo de abejas de otra Colmena invadiera y se quedara con el Panal y comenzara a explotarlo a gusto y piacere. Así fue.
Y colorín colorado, este cuento se ha terminado.

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