lunes, 31 de marzo de 2008

La pelota ensangrentada

¿Cuántas veces sucedió que después de los disturbios generados antes, durante o después de un partido de fútbol, quedan 40 o 70 tipos detenidos quienes al día siguiente son liberados sin culpa ni cargo?
Si hubiera ocurrido en el Gigante de Alberdi o en la Boutique de barrio Jardín, ya estaríamos hablando de -por lo menos- un descuento de 18 puntos, una sanción equivalente al valor de 600 o 700 entradas durante 10 partidos y la clausura del estadio por un año para el club en falta.
Espero que a River Plate le quiten una camionada de puntos, le apliquen una pesada multa económica y que la Justicia castigue con prisión efectiva a los responsables de esta tragedia, incluido el presidente del club. ¿Será mucho pedir que el castigo se imponga no sólo a los Nueva Chicago, a los Almirante Brown o a los clubes del interior, y que se extienda a todas las instituciones deportivas que permitan este tipo de violencia?
Las "barras" de River existen desde antes del gobierno de Menem, quien las incluyó en su aparato político como fuerza de choque, rompehuelgas y otros aprietes. A estos tipos los mueve la impunidad que les garantiza su roce con un poder que les sigue admitiendo el ingreso a las canchas sin ningún control ni fuerza que los detenga. ¿Policía, dirigentes? bien gracias. Es hora de que actúen (sí, sigo creyendo en) los jueces con un criterio más igualitario y federal, como pasó en Italia, donde hicieron tronar el escarmiento sobre la Juventus que llegó a descender. Lo pido por el bien del fútbol, reflejo fiel de un país donde ya es hora de que Dios no atienda sólo en Buenos Aires.

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