jueves, 6 de agosto de 2009

Entre ríos y cuchillas

Compañero de historias lejanas, tantas como pocas,

amigo de un alma melancólica, quisiera preguntarte hasta dónde podés hacer sentir lo que dibujas con acordes.

Tus tierras son para mí la muerte y la vida juntas, el flujo trágico y amoroso, la gloria y el olvido,

la reminiscencia de nuestro auge y nuestra perdición patria.

De excusas vive el hombre, y buena fue mi excusa profesional sólo para ir a verte,

no sólo a vos, claro, porque una gurisa me esperaba,

pero cuánto esperé y lloré ese momento, esa mbaraká mombyrÿ, que ojala llegara a sonar más una vez.

El tiempo pasa, años son de pronto,

cuatro o cinco que me hacen acordar a que en aquellos silvestres momento y lugar,

estrenaba mi esclavizante celular

y se me cortaban los aparatos entre los dientes.

Era el último suspiro adolescente.

Nos diste canciones que nunca más olvidaremos, entre cimarrones y vinazos amanecidos,

y te lo digo en plural porque no son pocos los que nos acordamos de vos,

maestro de los artistas empíricos de tierra y río adentro.

Fueron muy diversos los discos que me llamaron a tu remembranza,

los que me golpearon en ese año pasado, y en el anterior también,

los que me llevaron a esa segunda visita a tu pago equidistante

de las dos anchas e inagotables cintas azules que mecen nuestro truncado y desgarrado oriente.

Los que me empujan a hacer una tercera.

Mañana tengo clase con los pibes de quinto año, quienes me pidieron que escucháramos Ojala.

Flor de malditos inocentes, que no saben que la ametralladora poética de Silvio va a dispararme sensaciones hirientes.

Hirientes cuando pienso en volver a ver esos ojos del encarnado criollo mito erótico,

ese imposible del hermano de la gurisa famosa,

mientras tus manos acarician la fémina silueta perfecta y afinada

y vas con tus encantos de trovador allende las nubes.

Sé que volveré a verte, sé que estaremos nuevamente debajo de tu ñandubay,

con un buen tinto y tu amante de seis cuerdas,

recordando escenas y vivencias graciosas

y llorando de nuevo y eternamente ese verano pareciéndonos que es sin saber por qué.

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