Estaba meta soplete, alicate y llave inglesa don Oviedo arreglando los caños del gas. Parecía muy compenetrado en la labor o muy sordo porque lo llamamos como tres veces y no nos escuchaba. Al final le gritamos y se dio vuelta respondiendo:
- ¿Sí?
- ¿Un mate amargo, don?
- No, tá bien, gracias.
- ¿Qué, le gusta dulce?
- No, no me gusta el mate.
- Pero... qué, ¿usted es ruso acaso?
- Sí, me llamo Oviedosky.
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