Hoy en el diario El País de España leo un par de notas muy lindas sobre uno de nuestros grandes próceres del deporte, Maradona. El periodista refiere los goles del 10 contra Inglaterra en el Mundial de Fútbol de 1986: Uno fue declarado el mejor del siglo hace unos pocos años. El otro le valió para siempre el apelativo de La Mano de Dios. Un gol con la mano que el árbitro nunca vio y que convirtió a Maradona en un héroe en los países de cultura católica y un villano en los de tradición protestante. Salvo en Escocia, donde ese pecado se vio como un pecadillo porque bien está lo que bien acaba.
Después la nota sigue y hay un párrafo imperdible: Ante la amenaza de que le negara el saludo el número dos del equipo técnico escocés, Terry Butcher, uno de los defensas ingleses que quedaron en evidencia en aquella tarde mexicana de 1986, Diego no se mordió la lengua. "Inglaterra ganó en 1966 con un gol que no llegó a entrar", respondió, separando sus dos manos para dar una idea de la magnitud de aquel error arbitral que él convirtió en algo más que un error: quizás, otra trampa.
Y me parece que bastante razón tiene Maradona. ¿Quién puede negar que Dios nos ha cortado a todos con la misma tijera? A mamarla, "carnicero". Butcher no es quién para tirar la primera piedra. El mundial del '66, el único que ganaron los ingleses, fue una gran trampa, estuvo todo armado. La forma en que dejaron afuera al Uruguay y a la Argentina, grandes candidatos a campeón, fue obscena: al partido de cuartos de final Uruguay-Alemania lo dirigió un referí inglés, y al encuentro Inglaterra-Argentina, un germano ¿casualidad? ¿Qué dirá Butcher de todo esto?
La reputación del fútbol argentino como talentoso y sobre todo sucio que cultivan los ingleses, es en buena parte construida social e históricamente, y en ese proceso tiene mucha fuerza la moral protestante de condenar y no perdonar al pecador, además de cuestiones políticas que abundantes hubieron desde 1806 a la fecha. No digo que una cultura sea mejor o peor que la otra. Sólo pienso que los ingleses deberían dejar de mirar la paja en el ojo ajeno, abandonar la hipocresía y aceptar que en el fútbol todos nos mandamos macanas, seamos latinos o anglosajones.
¡Ah! Y eso que se dice acerca de que el fútbol inglés es el mejor del mundo... bue', muy a título personal digo que no hay mejor somnífero que un partido de la Premier Ligue. No me gusta ese juego frío, gris, automático y cien por ciento previsible, cuasi robotizado, que cuando ostenta una pisca de vistosidad y belleza, casi seguro que corre por cuenta de algún jugador sudamericano. El fútbol argentino o el brasileño, con "suciedad" y todo, conservan un espíritu de deporte que incluye originalidad, genialidad, pasión y una cosa muy maravillosa: el hecho de ganarle a la vida para triunfar, de superar la pobreza y las dificultades tomando como única arma una pelota, cosa muy común en estas tierras al sur del río Grande. Y eso, que se resume en actitud, ni toda la plata del mundo puede comprar.
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