lunes, 17 de noviembre de 2008
Fariseos
Este domingo fui un almuerzo de "despedida de año" en la parroquia de la virgen de Lourdes en barrio Maipú. Como no era una misa, acepté ir con mi novia para acompañar a mi mamá. El costo de la tarjeta era de 20 pesos, que "serán utilizados para solventar las obras ya iniciadas en la Casa Parroquial", según reza el bono. Hubo una linda entrada, tallarines con pollo, una fruta de postre y un conjunto de música que animó bastante la jornada. Pero al final la arruinaron: unos pibes de la juventud de la iglesia subieron al escenario para subastar dos tortas. La base del santísimo remate era de 35 pesos cada torta, siendo que no valían ni 25. A la primera la entregaron en 68 mangos, y cuando comenzaron a subastar la segunda algunas personas comenzaron a irse, algo indignados por el vil espectáculo. Cuando la cifra iba por los 65 pesos, una anciana mujer levantó la mano convalidando que daba 70. Así fue: a la una, a las dos y a las tres. Cuando los muchachos del Señor fueron a entregarles la mercadería, la señora sacó siete pesos. "No, señora, son 70 pesos", le respondió uno de los pibes. "Ah no, yo entendí siete, eso es lo que yo ofrecí", se apuró a responder la mujer. A la torta no se la dieron y, como a Dios no le gustan las cosas chanchas, los mercaderes no pudieron volver a subastarla y supongo que se la tuvieron que comer ellos. En ese momento sentí que si bajaba Cristo los hubiera cagado a latigazos como hizo con los fariseos que habían convertido el templo en una feria comercial. Lo más llamativo de todo fue que ningún fiel se alzó para reprenderlos o mandarlos a la mierda, pues si todos habíamos aportado ya con el precio del cubierto, ¿para qué seguir haciendo negocios obscenamente en la "casa de Dios"? ¿Y el cura párroco? clink caja, amén.
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