Capaz que mañana sea viernes.
Capaz que los laburantes suspiren al saber que queda poco para el merecido descanso.
Capaz que los jóvenes y no tanto empiecen a plegar por buen tiempo y armen sus planes nocturnos.
Capaz que algún infiel cónyuge se sienta culpable por la salida de trampa del día anterior.
Capaz que miles de obreros reciban la recesión en forma de telegrama.
Capaz que los hinchas de fútbol se froten las manos pensando en el partido que se viene.
Capaz que los docentes, entre pobreza y asambleas, estén pensando en un lugar donde ir a desconectarse por un rato de tan precaria realidad.
Capaz que un algún descorazonado consiga alguna forma de consolarse entre el humo y las luces de la noche de Venus.
Capaz que los dueños de discos, bares y pubs se estén preparando para un par de jornadas más fuertes y jugosas.
Capaz que las estadísticas de accidentes de tránsito engorden un poco más.
Capaz que los estudiantes estén aliviados al sacarse de encima la mochila de la semana de clases.
Capaz que los zorros grises intensifiquen su llenado de actas para cumplir con lo exigido por el ente recaudador.
Capaz que las madres comiencen a dibujar en sus rostros muecas de preocupación entre abrigates, cuidates y no-tomes-muchos.
Capaz que nazca la amistad entre algún Robinson metropolitano y algún Viernes, en medio de una aventura por la ciudad.
Capaz que los periodistas de los diarios que no salen los fines de semana estén viendo qué hacer en el franco.
Capaz que las empresas y sus oficinas se vistan con el último botón desabrochado y sin corbata.
Capaz que algún practicante católico prefiera no comer carnes rojas.
Capaz que los colectivos anden hartos de gente y las peatonales rebosen de diversas humanidades.
Capaz que haya alguna agenda interesante en cine o en música, capaz nomás.
Capaz que algún desprevenido crea que mañana no sea viernes o piense que capaz mañana sí sea viernes…