Parece que el año electoral será un desfile de idas y vueltas, cambios de vereda, rejuntes imposibles y otros ribetes inesperados o, al menos, ilógicos e impresentables.
Ejemplo de esto es Elisa Carrió, que trata de sumar gente y aparatos de donde pueda, y ya viene conversando con dinosaurios radicales de varias partes del país y con el casi cadáver político Ricardo López Murphy, entre otros. La líder de Coalición Cívica también intenta incorporar a su próxima lista legislativa a referentes piqueteros y religiosos, como supo hacerlo con el rabino Bergman. Con este rejunte quiere convertirse en un polo opositor tanto al oficialismo porteño como al nacional, aunque ella misma afirma: "No tengo ideología", lo cual deja mucho que desear de una dirigente política de la talla (y del talle ni hablemos) de esta señora. Es por eso que Carrió dice en tono pragmático: "No quiero arreglar con Macri, tengo diferencias, pero no descarto acuerdos con el PRO en el interior del país". O sea que si las circunstancias políticas fueran otras (pongamos, que Macri no fuese gobierno en la Capital Federal), tranquilamente la ex diputada chaqueña podría montar el mismo caballo político en el que corre el empresario devenido funcionario público. En pocas palabras, sin ideología Lilita corre con la tentación de terminar jugando para los mismos que ella tanto criticó en los noventa y en el primer lustro de este siglo.
Pero la dirigente neoconservadora no es la única que anda a los zarpazos: en la centroizquierda porteña, el ex funcionario kirchnerista y ex montonero Miguel Bonasso proyecta enfrentar al macrismo y parece que está ideando una coalición "progresista" que incluya al ex candidado presidencial Pino Solanas, al ex jefe de Gobierno porteño Aníbal Ibarra, a dirigentes ex ARI, a miembros de la CTA y a varios ex kirchneristas. O sea, un horripilante cambalache.
Por el lado del peronismo gobernante, el jefe Néstor Kirchner sabe que se vienen tiempos políticos difíciles y, pese a no estar del todo ahogado, ya se lo puede ver tirando algunos manotazos para seguir en el poder. En una estrategia similar a la que Eduardo Duhalde tejiera siete años atrás -cuando intentó con éxito frenar lo que hubiera sido un triunfo de Carlos Menem en las presidenciales-, el santacruceño aparentemente apuntó como posible heredero de su esposa al senador Carlos Reutemann, peronista con juego propio que bien ha sabido distanciarse de los sucesivos caudillos de turno. El ex corredor de automóviles podría llegar a ser, en un par de años, el aspirante a jefe de Estado bendecido por el oficialismo para enfrentar a una derecha a la cual ahora le sobran posibles y potables candidatos: el vicepresidente Julio Cobos, Mauricio Macri y la versátil Carrió.
Por las caras, actitudes y alineamientos que se van decantando, la de 2011 será tal vez la elección general con los postulantes más abúlicos y soporíferos de la historia argentina. Más allá de ello, seguramente no le faltará a la futura campaña ciertas dosis de camaleonismo, pases de bando y acuerdos débiles y efímeros, tal como ya se empieza a observar de cara a las legislativas de este año.
miércoles, 28 de enero de 2009
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