jueves, 15 de enero de 2009

Israelitas y Filisteos, versión XXI




"Con amor... Nazrala". Niñas judías escriben sobre misiles del ejército israelí prontos para dar muerte a niños, mujeres y hombres de una nación enemiga. Créditos de la foto -tomada a mediados de 2006 en pleno ataque del Estado hebreo al Líbano- a quien corresponda.




Millares de misiles y bombas ya han caído sobre hospitales, escuelas, hogares de niños y otros edificios y espacios públicos de la línea de Gaza, incluidos un cementerio y la misma sede de la ONU -donde se quemaron toneladas de recursos de ayuda humanitaria-. Israel ha recurrido a muchos abusos que traspasan la frontera de lo aceptable, entre ellos el empleo de bombas prohibidas de fósforo blanco y otras “bombas mofeta” o fétidas, explosivos también prohibidos que al estallar disparan sustancias y gases de olor insoportable. Sus militares han matado a mujeres palestinas cuando abandonaban casas portando bandera blanca, baleado a médicos y enfermeros cuando trataban heridos como así también atacado a pescadores palestinos hambrientos que intentaban salir a faenar desde la costa de su propio país. Han impedido que ambulancias atendieran a niños famélicos y heridos que esperaban auxilio sobre los cadáveres de sus madres. E incluso hoy, un buque israelí ha frenado un barco de ayuda a Gaza. Hoy, dije. Sí, hoy, año 2009, todo sigue igual que en 1967, año de la guerra de los Seis Días, o igual que en 2006, año de la guerra contra el Líbano. Más lejos aún, todo sigue igual que en la época bíblica, aunque en este conflicto posmoderno el poder de destrucción es propiedad casi exclusiva de los hijos de David mientras que la piedra en la honda, rebautizada "cohete Qassam", la tiene el disminuido y desorganizado Goliat. Una de sus caras, Hamás, al no ser eliminado del todo saldrá fortalecido tras los ataques, porque el mismo gobierno palestino -proclive a la paz y al diálogo con su vecino judío- no es aceptado en Gaza, dominio de este grupo islamista que no acordará con los palestinos moderados y oficialistas de Cisjordania y menos aún lo hará con Israel. Lo peor de todo será el resentimiento que, cual tres mil años atrás, se incuba en los corazones de las distintas versiones contemporáneas y futuras de israelitas y filisteos.


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