sábado, 2 de agosto de 2008

Vandalismo versus vandalismo

Recuerdo en la facultad las clases de sociología uno, allá por el año 2001. Por esas cosas del destino, hoy vuelvo, ya como adscripto, a la materia. Me acuerdo cuando me dieron Émile Durkheim, que me gustó mucho por su teoría de los hechos sociales y los tipos de sociedad. Entre todos los conceptos que manejaba, este autor había el de solidaridad social, que era algo así como un sentimiento de unidad basado en metas o intereses comunes. Más precisamente, para Durkheim la solidaridad eran ciertos lazos que unen a los miembros de una sociedad entre sí. Era importante, asimismo, conocer los dos tipos de solidaridad que distinguía la teoría: la mecánica y la orgánica.
La solidaridad mecánica es, básicamente, un rasgo de una sociedad donde existe similitud e intercambio de sus partes. Es decir, la sociedad no está especializada, en ella todos los individuos tienen una total competencia en la mayoría de los trabajos y deben poseer recursos económicos e intelectuales suficientes para poder subsistir. O sea es un estado de competencia sin mucha diversificación de actividades, cosa propia de sociedades tribales o con escaso desarrollo económico, sobre todo industrial.
No es así en los casos de solidaridad orgánica, donde la fuerte especialización de cada individuo origina una gran interdependencia de las personas con su sociedad. La dependencia mutua es la base de la cohesión y solidaridad grupal, quedando la conciencia colectiva no tan fuerte como en sociedades menos especializadas. O sea, cada miembro posee una parte de los conocimientos generales y sus recursos, todos dependen de todos y así cada uno colabora para lograr los fines del todo. Me acuerdo de la ley básica de la Gestalt, "el todo es más que la mera suma de las partes". Es por ello, dice Durkheim, que la división y especialización del trabajo posibilita una existencia social integrada, cosa propia de sociedades industrializadas.
Ahora, analizando un poco en perspectiva lo que pasó en Córdoba ha pocos días con el quilombo entre Gobierno ladrón y estatales re calientes, me da la sensación de que hemos tenido un retroceso, una especie de vuelta al período de relaciones sociales de tipo mecánico, donde si bien existe una conciencia colectiva fuerte sobre los valores que deben ser respetados por sus miembros, en esta sociedad no todos dependen de todos como en los casos de solidaridad orgánica (donde cada uno colabora para lograr los fines del todo). En las sociedades de solidaridad mecánica existe sólo el derecho penal, por lo cual a una falta a las normas sociales se la castiga fuertemente, con pena de muerte, destierro o linchamiento. Me parece que el elemento, y a su vez lo más importante, que no apareció en ningún momento de todo el conflicto entre Provincia y estatales fue el diálogo. Al menos un intento de entendiemiento entre las partes sobre los puntos a discutir. Se escogió la violencia, la consecución de la justicia por vía de la violencia física, del ejercicio del derecho represivo, y la cosa se dio en ambos bandos.
Es muy comentada la oscuridad con que los sucesivos gobiernos provinciales han manejado los fondos públicos, sobre todo los de la Caja de Jubilaciones. ¿Cuándo habrá sido la última vez que algún poder ejecutivo cordobés tenga presentado algún balance de esa repartición? Cuatro años por lo menos, es lo que se informa en los diarios. ¿Cuánto tiempo ha que el poder político de Córdoba no puede deshacer ni un ápice ese estilo puramente neoliberal de manejar la cosa pública?
Porque acá no sólo se trata de discrecionalidad y patrimonialismo político, mal que nos aqueja desde la época de la colonia. Acá también se trata de un sistema de toma de decisiones de corte monopolista y verticalista que ha sido impuesto en las épocas más oscuras de nuestra historia reciente, y que aún hace mella en las conductas de nuestros gobernantes.
Mientras no nos replanteemos la forma de construir y convivir con el poder (acciones de las que que cada uno de los ciudadanos somos capaces y responsables), seguirán produciéndose estos estallidos, estos grandes signos de descomposición política y social, estos quiebres en el orden público e institucional. Hemos perdido la capacidad de dialogar, de negociar, de ceder. Estamos muy mal parados, y la muestra de eso es el surgimiento de una lógica de resolución de los conflictos donde no hay respeto a código alguno, que estimo aun peor que las situaciones propias de las sociedades tribales o poco especializadas donde prima la solidaridad mecánica. Creo que no estamos pasando por una involución social sino por otra etapa de una desestructuración que ya lleva años, y que comenzó con la brutal entrada del neoliberalismo prebendario al sistema económio, social y cultural argentino.
Lo del vandalismo de la protesta de estatales no es otra cosa que la respuesta al vandalismo criminal de un cuerpo de funcionarios reacios a entender cómo debe manejarse un problema y a conocer los límites de lo posible. Encerrados en un pequeño círculo y actuando al calor de medidas muy autoritarias y violentas, no hacen más que reproducir los mismos defectos que ellos tanto señalan a la administración de Cristina Kirchner.
Hay una nueva realidad que precisa ser precibida y aceptada por los neoliberales prebendarios que nos gobiernan: la etapa de estrategias defensivas del sindicalismo, basadas sólo en tratar de defender y conservar las fuentes de trabajo, ya está felizmente quedando cada vez más lejana en el tiempo. Ahora, con un país que va creciendo de a poco pero con cierta inestabilidad, es impensable recortar los ingresos de asalariados, pues la inflación devora el poder adquisitivo de las clases sociales medias y, más aún, el de las bajas.
Por supuesto que Schiaretti, un viejo lobo, sabía esto mas no titubeó en dar un zarpazo criminal y después intentar ponerse la piel de cordero, tirándole la pelota a su supuesto victimario, el Gobierno nacional. No le salió bien la jugada y encima no pudo echar culpas al gobierno provincial anterior, del cual hizo parte activa y sin duda contribuyó a que se produzca esta situación crítica. Leyes de ajuste anticonstitucionales, pases a retiro con irregularidades, reticencia a proveer de información al ciudadano -como balances, por ejemplo- y juicios contra el Estado son parte de la oscura historia de sangrías dinerarias de la Caja de Jubilaciones. Ayer votos, hoy piedrazos.
Siempre debe estarse alerta del vandalismo de guantes blancos, muchísimas veces más dañino y criminal que los desmanes provocados por una protesta popular. Siempre se debe prestar atención a los mecanismos reaccionarios de gestión de la cosa pública, aquellos que las elites políticas actuales han heredado -consciente o inconscientemente- de la dictadura para luego aplicarlos "aggiornados" en períodos de gobierno surgidos del voto popular. Por eso acá me resultaba patético ver al gobernador llorar tras la sentencia a Menéndez.
El otro no es el enemigo, es simplemente el otro. El otro tiene algo que nosotros no tenemos y que nos hace falta. Como del otro se necesita, no debemos intentar vencerlo sino unirnos a él o, al menos, proponer y llegar a un acuerdo. Solidaridad orgánica llamábase.
Me hubiese sido más productivo "manosear" la teoría de Antonio Gramsci o de Karl Marx para tratar de entender esto que es un conflicto, pero no sé, me copó el concepto de solidaridad. Ojala Durkheim no se haya enojado.

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