Leí anteayer en un diario cordobés una nota con el título LOS CURAS CORDOBESES PIDIERON PERDÓN POR LOS ESCÁNDALOS, que se refería a la homilía del Corpus Christi realizada ayer en Plaza San Martín, por un grupo de sacerdotes y fieles católicos encabezados por el monseñor Ñáñez. A través de una carta leída por el mismo jerarca de la Iglesia católica, los curas cordobeses -o al menos una fracción de ellos representada por el arzobispo- pidieron perdón por haber protagonizado hechos calificados como "divisiones, conflictos y escándalos". También se refirieron a que la comunidad católica vive una "la situación dolorosa" provocada por las "faltas", "errores", "flaquezas" cometidos por sus ministros religiosos, y que por esto se arrepienten y avergüenzan y piden perdón a sus "hermanos", los fieles. Así dice un fragmento de la carta de Ñañez:
(...) Nos avergüenzan nuestras incoherencias que no podemos defender, ni justificar; y nos duelen las tensiones, divisiones, conflictos, situaciones dolorosas y escándalos que los sacerdotes protagonizamos. No queremos ser cómplices, ni mirar “para otro lado”. (...)
Lo que está claro al analizar el mensaje de la oficialidad de la Iglesia, es un desconocimiento, ocultamiento y negación de los hechos principales por los cuales se está cuestionando y juzgando a miembros de la institución: los delitos sexuales. En ninguna parte de los discursos de sermón de la homilía se hace mención a la palabra "delito" o "crimen", que son justamente las figuras jurídicas que se ajustan al hecho de violar o someter sexualmente a otra persona, con el agravante que se trata de pederastia. Se eufemiza y miente en vez de hablar verdad, se dice escándalos pero no delitos, se pide -y se exige- perdón en vez de ponerse a disposición de la Justicia.
Grave es también que el diario que publica la nota, en su título no pone la palabra escándalo entre comillas, ya que el hecho de calificar de esa manera a hechos criminosos como violar personas menores de edad, corrió por parte de Ñáñez. Y si el medio de comunicación hace suya la valoración del arzobispo, no está llamando a las cosas por su nombre y, por tanto, está deformando la realidad.
Al calificar de "escándalo" o "faltas" a hechos de violencia sexual, moral y psicológica, se pone en el plano del mundo del espectáculo, del chisme de barrio o del cotilleo mediático a hechos que deberían ponerse en su lugar, que es la Justicia penal. Es, sin dudas, una estrategia discursiva que apunta a mudar el sentido de los hechos y a desviar la atención de la forma en que deberían resolverse los mismos: en el banquillo de los acusados por crímenes.
Y así, a través de semejante ejercicio de la violencia simbólica desde las altas posiciones eclesiásticas en complicidad con la corporación mediática-comunicacional, de alguna manera se está engañando y violando a la sociedad toda.
lunes, 7 de junio de 2010
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